(142/66) Nausea
Como una nausea las palabras me inundan el estómago, trepan por mi tráquea y se agolpan en mi garganta; la sensación de ahogamiento me angustia. Trago saliva en vano intento de suavizar esa sensación, respiro por la nariz, profunda y lentamente, no consigo nada. Siguen luchando por salir. Me deslizo hasta el suelo apoyando la espalda en la pared, rodeo mis piernas con los brazos en un triste intento de abrazo consolador, recuesto mi cabeza en las rodillas y trato de no pensar. La cabeza se llena de imágenes, sonidos, olores… abarrotándose, complicando la nausea con un mareo intenso. Todo gira. Aprieto mis piernas con más fuerza para recuperar la serenidad. Sigo apretando, mi cuerpo se pone tenso y el tiempo transcurre sin sentido.
La nausea ha pasado aunque la sensación de profundo asco ha quedado grabada en mi cerebro. Tengo la lengua encorchada, seca, áspera. Empiezo a moverla para que la saliva acuda y me quite el sabor acre y amargo de la angustia. Me roza con el paladar como si fuera un papel de lija. Me recupero lentamente de un nuevo episodio que, por conocido, aún me destruye un poco más.
Las palabras siguen ahí, desconcertadas, asumiendo que volverán a ser devoradas por un nuevo silencio. No puedo permitir que salgan, no quiero volver a escuchar frases como: Creo que ya te lo advertí…, ya deberías saberlo…, frases manidas que no soporto, que no conducen a nada y que entierran mis palabras en una tumba a perpetuidad. Tampoco me puedo permitir, de verdad, no puedo, escuchar una historia remotamente parecida cuando mi boca, tras un supremo esfuerzo para superar mi exagerado pudor, se desangra en esas palabras que me destrozan las entrañas mientras pugnan por salir. En serio, no me puedo permitir en esos momentos escuchar lo que pasó en una situación que no tiene nada que ver con la mía porque, ni se parecen ni somos iguales; cada persona siente y padece de una manera determinada, los motivos son diferentes, las causas son diferentes y, por lo tanto, los efectos son diferentes, no hay posible comparación, la similitud es imposible.
Necesito un escuchador, alguien que no opine, que no critique, que no juzgue, que no diagnostique, que no haga reproches, que no teorice, que no me abronque, ni que se convierta en protagonista de un momento, mi momento, al que me cuesta horrores llegar… necesito alguien que se limite a escuchar. Que hable si es necesario, cuando yo desfallezco en el intento de romper la lápida bajo la que están enterradas mis palabras, ésas que describen lo que siento, como lo siento, como me siento… Que se convierta en mis oídos para que yo, a través de ellos y de mi voz, pueda tornar a la cordura.
"Gracias, mis niñas"
4 comentarios
Kamal -
Un abrazo enorme.
Gloria -
carmen -
Besos
Juan 42 -