De siempre, me resulta más fácil comprender y asimilar mis sentimientos cuando los leo. Cerrar los ojos, buscar el motivo o el momento, pensar en la reacción que me producen… tratar de trasvasarlos al papel describiéndolos hasta completar su totalidad… Así empezó el blog y así ha seguido siendo en cada entrada.
Por primera vez en mucho tiempo no tengo la necesidad de escribir sobre ellos. Son tan intensos y tan nítidos, tan claros… no necesito pensarlos para asumirlos, no necesito verlos escritos para entenderlos ni necesito releer la entrada para saber lo que siento.
Desde que no estás el frío es más intenso, la soledad más desbastadora y la distancia más desesperante. Supiste hacerte indispensable, poco a poco, sin ruido, filtrándote en mi alma destruiste mi recalcitrante desesperanza. Aprendí tu tristeza oculta tras esa perenne sonrisa, aprendí tus miedos a través de tu hermosa mirada, aprendí tu inseguridad por tus sinceras palabras… y aprendí a amarte.
Quiero adivinarte, quiero presentir lo que deseas, dedicarme a hacerte feliz, conocer cada centímetro de tu piel, de tu alma, de tu pensamiento. Quiero perderme en ti, en tus sombras y tus luces, recorriendo despacio la distancia inexistente. Beber en tu sonrisa y vivir en ti, para ti, para nosotras.
Nuestras mochilas están repletas de pasado, hermoso a veces, otras no tanto, pero ese pasado nos ha traído al presente y nos está abriendo una ventana al futuro. Un futuro que, si tú quieres, podemos vivir juntas o, mientras no podamos hacerlo, sentirnos juntas. Te siento parte indispensable de mí.
Quiero que comprendas que mi camino es recto y sencillo, sin recodos oscuros ni intrincados laberintos y que, para recorrerlo, solo es necesario un corazón enamorado. Quiero que comprendas que para abrir la puerta de mi alma solo la has de empujar pues no está cerrada con llave, nunca lo ha estado ni nunca lo estará, solo debes tener la curiosidad y la necesidad de hacerlo. No hay cancerbero intransigente pues no encierra tesoros que custodiar; es un alma sencilla en la que solo hay una habitación en la que habita mi esencia. Me gustaría que recorrieras sin miedo las veredas de mi corazón… todas conducen a un solo centro, a ese habitáculo lleno del amor que siento por ti.
Cuando nos conocimos tuve la percepción de que contigo sería distinto, de que tú eras distinta, y eso me gustó. Realmente no fui yo la que te escogió, la que quiso amarte; fue mi corazón el que te eligió, el que supo ver que eres especial, el que se dio cuenta de que yo me encontraba bien cuando tú estabas cerca, el que sentía el calorcito de tu lejana presencia. Él venció y se te entregó sin dudas. Yo, en largas y solitarias conversaciones, intentaba hacerle comprender la dificultad de la distancia pero no entendió a razones: estaba entregado a ti. Y cuando mis ojos, mis manos y mi alma te conocieron no pudieron más que darle la razón.
Amo tu cuerpo y lo que me permites vislumbrar de tu alma, amo tu bello espíritu, tus ganas de vida, tu necesidad de amar. Amo tu inquietud y tu tranquilidad, tu curiosidad, tu interés. Amo tus silencios pues me impulsan a imaginar lo que piensas incluso con riesgo de equivocarme. Amo el reto de enamorarte a cada instante a pesar de saber que puedo no lograrlo. Mi corazón se arriesgaba a amarte sin medida ni tiempo… no había prisa… tenía toda mi vida para amarte. Y ahora, amarte se ha convertido en una necesidad, amarte cada día, a todas horas, sentirme tuya, pero, sobre todo, que sientas que soy tuya, transmitirte la felicidad que siento por haberte encontrado. Quiero que comprendas que amarte es lo más importante que me queda por hacer. Descubrirte es mi mayor deseo, el único objetivo de mi vida. Que el resto es, sencillamente, inercia de vida.
Te amo, Mi Alma.