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Sensación De Vida

-Sensaciones personales

154/66 MIRADAS DESDE EL OTRO LADO

Cierro los ojos y recuerdo sus voces, sus palabras,... también sus silencios; esos silencios elocuentes que completan del todo lo que las palabras no son capaces de trasmitir. Recuerdo cada instante, las conversaciones,... las miradas; esas miradas cómplices de quienes se conocen, de quienes se quieren aún sin que tenga demasiada explicación ese afecto...

Mi recuerdo retrocede en el tiempo, hacia conversaciones en donde no había ojos ni gestos ni rostros ni manos... donde el conocimiento mutuo era a través de frases demasiado cortas, demasiado concisas para adivinar apenas retazos de alma o a través de escritos paridos en momentos de íntima soledad... Y, a pesar de la dificultad, en aquellos momentos aprendí a quererlas.

Abro los ojos y veo los suyos, sus rostros, sus manos, sus gestos... y me resulta absolutamente exquisito tenerlas a mi lado, hablándome, contándome ya con voz, con risas, con gestos, con miradas... lo que entreví a través de una pantalla hace algún tiempo.

Ya estoy en casa y, lentamente, recupero mi rutina pero la fragancia de las bellas rosas blancas con las que he estado compartiendo estos días continúa a mi alrededor  y, a pesar de la teórica distancia, la esencia de cada una de ellas perdura en mi alma, reconfortándome y haciendo que el mundo, mi mundo sea cálido, grato y más confortable.


P.D. 1: Isa, Gó, Gloria, María... gracias infinitas por estar en mi vida.

P.D. 2: María, sé que lo de estar en mi vida te vino de rebote, pero, hija mía, lo siento... ¡es lo que hay!... jejeje.

 

153/66 TRES SOÑADORAS

Me gusta conducir, es algo que ya lo he comentado en más de una ocasión. Me gusta conducir porque..., quizás sea porque es algo en lo que tengo casi siempre la última decisión... puedo correr o no... ir al límite de la señalización o tirarme un poco a la bartola, detenerme en donde yo decida hacerlo y, aunque dependo de una máquina, en un alto porcentaje cada paso es una decisión totalmente mía. Me gusta esa sensación de libertad, de "alejarme de" pero también de "ir al encuentro de", visualizar el camino que me queda por recorrer y, también el que ya he recorrido; escoger entre las posibilidades, ese control de cada momento, incluso teniendo que estar en continua alerta, me gusta.

Esta última escapada ha sido absolutamente exquisita. Estando a vuestro lado tengo esa misma sensación. Esa sensación de ser yo, de que siempre soy yo, de que soy más yo; a cada instante, en cada acto y que, además, eso es suficiente...

 Quizás no sepáis de que hablo... aunque creo que sí y, también sé que os defenderéis de esto que estoy diciendo pero no hay defensión posible, sois culpables de que me sienta así, cómoda, querida, incluso "importante". Sé que decirlo claramente es complicado, por nuestras muchas conversaciones, tanto a vosotras como a mí nos cuesta aceptar piropos... ¡¡¡Es tan fácil caer en la estupidez que tanto nos molesta a las tres!!!

Formamos un buen trío: Tres soñadoras. Cada una con sus sueños particulares, íntimos, personales e intransferibles. Cada una con su historia de vida, sin interacción aparente, sin similitudes, con argumentos absolutamente diferentes... A cualquiera que nos conozca hasta podría chocarle esta amistad por lo distintas que somos pero es algo tangible y respirable, nacida en la virtualidad, es cierto, pero trasladada a una realidad común a las tres con la mayor naturalidad. Solo me queda por añadir algo que también es real: Os quiero, mis niñas.

 

152/66 Disturbios

Cuando abrí las puertas de esta “casa”, una de las cosas que más me costó fue buscarle un nombre. Quería que, de manera sencilla, explicara el contenido y el motivo de su existencia. Cuando me decidí no obvié el hecho de que el nombre iba a provocar alguna que otra sonrisa burlona por la similitud con el título de cierta serie de éxito de hace unos años (algo curioso: no seguí la serie…). Por un lado, quien me conoce, sabe que arrancar sonrisas es una de mis aficiones, por ello asumí el riesgo y, por otro, es la frase que mejor define el sentido de este blog.

Siempre plasmo sentimientos, sensaciones o impresiones, siempre desde la sinceridad más íntima; lo he necesitado y lo sigo necesitando, pero no siempre me es fácil depositar en una entrada, algo accesible a cualquiera que le pueda interesar, lo que mi alma me dicta.

Últimamente ando un tanto perdida entre lo que necesito y lo que“puedo” escribir. Perdida en un intricado laberinto de esas sensaciones que hacen que me sienta viva. Perdida entre la necesidad y el pudor de decir lo que siento.

Estoy en medio de una batalla a brazo partido en varios frentes; de la que lo único que saco en limpio es un cansancio extremo, extenuante y  opresivo. Cada frente requiere una estrategia distinta y, a veces, contradictorias entre si, por lo que debo estar siempre alerta, despierta y a la defensiva. Creo que, de tanto escucharme y escuchar, estoy perdiendo perspectiva, estoy confundiendo prioridades, amasando demasiados silencios, mascando demasiada intranquilidad. Esto me mantiene en continua actividad por lo que no consigo el descanso necesario para recomponer mi estabilidad personal y, a causa de ello, mi inseguridad crece provocando una serie de cataclismos, pequeños pero muy desequilibrantes.

A veces me pregunto si lo que trasmito es que soy estúpida, que soy  alguien que no se entera de nada y de la que se puede uno aprovechar sin problema. No lo sé… trataré de averiguarlo.

151/66 Humo

151/66 Humo

Aspiro despacio y profundamente, saboreando la bocanada de humo que inunda mi garganta; mi pecho se dilata mientras el humo entra en mis pulmones. Espiro mansamente. Parte de ese humo sale por entre mis labios, otra, por la nariz, mezclado con mi respiración. Mi mirada se pierde lejos de la humareda, mi pensamiento divaga por recuerdos, pensamientos, ideas,… en nada en concreto, formando una extraña concatenación de sucesiones que permiten que mi cabeza no se detenga demasiado tiempo en ningún punto determinado.

Escucho mi propia respiración y el latido de mi corazón en mis sienes; cierro los ojos y pienso…

Siempre son gratos los momentos en los que tú ocupas mi mente.Recuerdo cada instante con ese regusto inolvidable que deja lo bueno. El primer contacto visual en aquel primer encuentro y aquella sensación de que ya llevabas mucho tiempo en mi vida: me eras grata, entrañable y, en aquel preciso instante te volviste, además, necesaria.

Centro mi pensamiento en mi espacio. Observo lo que me rodea que, por cotidiano, es casi invisible: las fotos, mis libros, algún que otro pequeño detalle, la lámina de mi cuadro favorito…

Mi pensamiento cambia y se gira hacia mi tiempo. A veces me pregunto, como ahora, que qué es lo que hago aquí; y no me refiero a mi casa, me refiero al mundo, a la vida; cuál es el sentido de levantarme por las mañanas, cuál es el motivo para dar el siguiente paso y, la verdad, es que no se lo encuentro.

Pienso en ello desapasionada, fríamente, sin amargura. Pienso en las personas que quiero y llego a la conclusión de que soy un mero adorno, un pequeño acompañamiento, que nadie y menos yo, es imprescindible. Y, a pesar de lo que pudiera parecer, eso me libera: no pasaría absolutamente nada si yo no estuviera. Nadie depende de mí, nadie sufriría penurias si yo me alejara entre la última niebla.

Mi mirada vuelve a perderse siguiendo las volutas de mi cigarrillo. Mi mente vuelve a vagar tranquila por nuevos pensamientos, sensaciones, ideas… mi pecho se dilata mientras una nueva bocanada de humo penetra en mis pulmones.

(150/66) Sentada a tu lado.

 

Estoy sentada a tu lado, muy cerquita pero sin darte calor (sé que no te gusta). Tu mano en la mía, en una suave caricia de reconocimiento,  en un ligero roce que nos dice a ti y a mí: “Estamos  aquí, seguimos aquí”. No es nuestro único contacto: nuestras miradas se cruzan y se mantienen, nuestros ojos dicen lo que nuestras bocas callan, la tuya por agotamiento, la mía, por no perturbar tu descanso; tampoco es necesario, ellos ya hablan por nosotras. Los tuyos me hablan de tu cansancio, de tu dolor, de la tristeza que conlleva el no encontrarse bien, de esa fatiga mental que acompaña insidiosa a la fatiga física… Los míos te hablan de cariño, de lo que daría por poder aliviar todo ese dolor, de lo que me alegro porque me permitas estar a tu lado, también te hablan de consuelo, de esperanza, de los avances, lentos pero ciertos, de cada día…

Hace dos días no pudiste hablarme, hoy, a pesar de tu cansancio, ya hemos conversado un poquito. Te conozco, sé lo que está pasando por tu cabeza y te entiendo; sé de tu desesperación, de tu independencia, de tu temor,… pero también sé de tu rebeldía, de tu valor, de tu fuerza. Sé de esa entereza que te hará salir airosa de toda esta locura. La batalla no fue el día cuatro, hace apenas cuatro días, la batalla empezó justamente a partir de ese día, cuando dejaste atrás ese sueño inducido para entrar en una ruda realidad. Ahora es momento de reunir fuerzas, de recomponerte, de dejarte cuidar, de pensar en ti. Ahora es momento de darte tiempo, de pasos cortos, de apoyarte en todo y en todos los que te rodean: Ahora empieza la batalla. No estás sola, nunca lo estarás.

Te quiero. Mi niña. 

(149/66) Gloria

 

Por la mañana temprano te llevarán, te cuidarán, te mimarán, te darán lo necesario para que la consciencia te abandone lentamente, adormeciéndote en un extraño sueño. Así empezará tu mañana.

Para los que queden fuera empezará su mañana: nervios, furias, dudas, incertidumbre, y espera… una larga espera. Mañana será un día complicado, en donde se repasan situaciones, recuerdos, esperanzas, proyectos; un día donde la fortaleza aparece y desaparece. En donde la compañía consuela y molesta. En donde la preocupación lo ocupará todo provocando una cascada de sensaciones.

Me uno a ellos pero sobre todo me uno a ti, mi niña. Permaneceré en silencio en un rinconcito de tu inmensa alma, con el abrazo preparado para cuando lo necesites. Sé, estoy convencida de ello, de que está batalla la vas a ganar, como otras tantas batallas con la que la vida te ha ido probando.  

Te he mirado a los ojos (gracias por esos cálidos días tan sumamente especiales… y por el resto de los días… también) y he visto mucha vida. Hay mucha luz en esa mirada con la que iluminar el camino de los que tenemos la enorme fortuna de contarte a nuestro lado.

Te quiero, Gloria.

P.D.: Recuerda que tienes algo mío y que me debes un corte de pelo, (lo cortés no quita lo valiente).

(148/66) Evaporaciones

Me confundo en la niebla, despacio, dejándome empapar por su humedad. Construyendo poco a poco un todo ninguneante; desapareciendo entre el vapor de las sutiles nubes. Cierro los ojos y dejo de percibir la deslumbrante luz que me desquicia. Evaporándome lentamente me difumino entre el resto de las sombras, mezclándome con la absorbente multitud anónima que todo lo confunde.

Ya pertenezco plenamente al frío intenso de la gélida niebla, mi sangre se espesa aterida, fluyendo cada vez más lenta, deteniéndose cansinamente por la falta del cálido latido de un corazón entregado. Me impregno de soledad, de tristeza, de húmeda y espesa niebla. Aspiro el peculiar olor de esa mezcla rancia y ocre, fuerte y penetrante; mixtura de lágrimas jamás vertidas, de pensamientos inconclusos, de sueños defraudados, de carentes compromisos… Y siento como la vida va abandonando lentamente mi alma, convirtiéndome en un guiñapo de piel y huesos.

La mediocridad me rodea, me aísla de todo aquello que quiero, me mantiene alejada de lo que da sentido a mi existencia y permanezco inerte, sin fuerzas para sacudirme la desidia del desencanto, del desengaño, del asco, de la falta de fe en embarcarme en una nueva búsqueda arrastrando restos inservibles de otra que ha resultado fallida y frustrante.

Cada vez que pienso que ya puedo liberarme de mis silencios, de que he encontrado a alguien que los entenderá, que los romperá sin miedo… debo regresar a ellos, regreso impulsada a golpes de consciencia, de realidad, de verdad demostrada: no he encontrado a ese alguien, sigo en singular y me pregunto si seré muda sin ser consciente de ello, si mis palabras son solo una ilusión de mi cerebro.

Estoy cansada, dolida, herida,… Estoy por estar, porque es lo que hay que hacer, porque es lo que hay… Estoy y creo que, en estos momentos, es más de lo que puedo.

(147/66) Después de tanto tiempo…

…he vuelto a coger la pluma y me he enfrentado a la hoja en blanco. Hacía tiempo que no experimentaba este vértigo, esta sensación de “sola ante el peligro”… y me gusta; reviso y retomo viejas costumbres y palabras, sin preocuparme por un futuro más lejano que el que me acerca al próximo párrafo. Y me dejo llevar suavemente; las palabras acuden sin demasiado esfuerzo. Todo está bien, todo está en orden.

Entro en el blog y me embarga un sentimiento parecido al de retorno al hogar después de una larga ausencia: abro la puerta y todo está tal y como lo he dejado, como congelado en el momento de mi marcha aunque con todo lleno de polvo, el correo almacenado y la nevera vacía. Un ligero pinchazo de la consciencia me advierte del trabajo que me queda por hacer pero también siento que estoy donde debo estar. Levanto la sábana que cubre el sofá para poder sentarme a clasificar el correo: alguna factura sin pagar (gracias, BOIRINA, gracias, OM), mucha publicidad y esos mágicos regalos que siempre son las cartas de los amigos (gracias, mis niños), mensajes de corazón a corazón: Estoy en casa.

Ha sido una ausencia prolongada y buscada… también un tanto impuesta: demasiadas sensaciones para ordenar, para clasificar, para comprender… demasiadas… no disponía ni de palabras suficientes ni de tiempo suficiente ni del valor suficiente para enfrentarme a esa marejada de sensaciones: debía esperar y creo que ya ha llegado el momento, ese momento donde el regreso se hace necesario, casi imprescindible.

Varias batallas… algunas perdidas… Tiempo de retomar costumbres abandonadas, de administrar dosis de auto atención, de recapitular sobre momentos vividos, tiempo de lamer heridas, de dejarlas cicatrizar vigilando las infecciones… Tiempo de reconstrucción… Buen momento para regresar a casa.

(146/66) 44 el 22.

Como cada año en el día de mi cumpleaños trato de que no suceda nada especial, trato de que todo transcurra con normalidad, que nada perturbe la tranquilidad habitual. Intento que la luz del día sea igual de luminosa que el día anterior y que el día siguiente, que el sol caliente el amado rostro de los míos, que la sombra de los castaños los proteja de las quemaduras por la exposición extrema a la vida y que sus sonrisas balsámicas seden su alma del dolor. Cada año que pasa me ratifico en sentir que nada es distinto a otro día, que nada importante sucede y que la fecha realmente no señaliza nada. Después de haber pasado ya unos cuantos me reafirmo en esta idea: realmente nada importante ha pasado, nada importante pasa, nada importante pasará por estar yo aquí… un día más entre los 16.071 días que llevo vividos, disfrutados o sufridos, algunos aletargados en extraños laberintos, en soledad buscada o no, en complicidad… 385.704 horas gastadas en vivir o por lo menos en intentarlo.

Lo más importante: Gracias por compartir conmigo algunos de los 23.142.240 minutos u otra cualquiera de esas particiones de tiempo en las que, por alguna razón, necesitamos medir y pesar nuestra vida, gracias por “invadir” la mía, gracias por “perturbar” esa tranquilidad de la que siempre hablo, a la que siempre añoro pero a la que no me importa renunciar por alguien importante: Tú, cualquiera de los Tú que hacen que mi vida cambie de prisma continuamente, enriqueciéndome.

(144/66) Pétalos y espinas.

La vida, como las rosas, tiene aterciopelados pétalos y también, como ellas, afiladas y punzantes espinas. Nos envuelve con su fragante aroma, impulsándonos a cerrar los ojos para disfrutar y dejarnos envolver por su fragancia y, cuando nos descuidamos, nos lacera la piel hasta hacernos sangrar. Siempre nos sorprende porque nunca esperamos tanto dolor de algo tan bello. Hay una frase que he leído en el acogedor hogar de Darilea (perdóname la licencia, mi niña) que dice: “Siempre queda perfume en las manos de quien ofrece rosas”. Cada vez que la leo me gusta pensar además que quien las ofrece se ha brindado a correr el riesgo de lastimarse en las espinas pero también se arriesga quien tiende sus manos para aceptarlas.

Hay momentos en la vida en los que solo podemos alcanzar a ver y sentir en nuestra carne las lacerantes espinas, sabemos que es una herida que supurará para siempre. El dolor causado nos conducirá por las oscuras sendas de la tristeza más amarga. Espinas que se quedan clavadas para siempre en nuestra alma y que impiden que nuestras heridas se cierren. Pero nos quedan los recuerdos, esos pétalos prensados y secos entre las páginas de nuestra vida y que, a pesar del daño que nos provocan, se convierten en íntimos altares, en eternas ofrendas de amor dedicadas a quién nos entregó un hermoso ramo de las más fragantes y bellas rosas.

Hay otros que nos concilian con la vida, no nos compensan pero si matizan el dolor enquistado, rellenan los espacios vacíos, mitigan los tiempos muertos, besan nuestras cicatrices, nos sostienen en esos otros de caída libre y consiguen que nuestro corazón se embriague y palpite con pulso ilusionado. Nos dejamos empapar por esa suave lluvia de frescos pétalos que nos reconforta, que nos devuelve la sonrisa espontánea, que seda nuestra alma inundándola con su fragancia, convirtiéndola en un reconfortante océano de amor y ternura.

Gracias por las rosas que me ofreces cada amanecer, por esa lluvia de pétalos que me cala el corazón, anegándolo de ilusión y belleza. Gracias, Mi Alma. Lo conseguiremos.

(142/66) Nausea

Como una nausea las palabras me inundan el estómago, trepan por mi tráquea y se agolpan en mi garganta; la sensación de ahogamiento me angustia. Trago saliva en vano intento de suavizar esa sensación, respiro por la nariz, profunda y lentamente, no consigo nada. Siguen luchando por salir. Me deslizo hasta el suelo apoyando la espalda en la pared, rodeo mis piernas con los brazos en un triste intento de abrazo consolador, recuesto mi cabeza en las rodillas y trato de no pensar. La cabeza se llena de imágenes, sonidos, olores… abarrotándose, complicando la nausea con un mareo intenso. Todo gira. Aprieto mis piernas con más fuerza para recuperar la serenidad. Sigo apretando, mi cuerpo se pone tenso y el tiempo transcurre sin sentido.

La nausea ha pasado aunque la sensación de profundo asco ha quedado grabada en mi cerebro. Tengo la lengua encorchada, seca, áspera. Empiezo a moverla para que la saliva acuda y me quite el sabor acre y amargo de la angustia. Me roza con el paladar como si fuera un papel de lija. Me recupero lentamente de un nuevo episodio que, por conocido, aún me destruye un poco más.

Las palabras siguen ahí, desconcertadas, asumiendo que volverán a ser devoradas por un nuevo silencio. No puedo permitir que salgan, no quiero volver a escuchar frases como: Creo que ya te lo advertí…, ya deberías saberlo…, frases manidas que no soporto, que no conducen a nada y que entierran mis palabras en una tumba a perpetuidad. Tampoco me puedo permitir, de verdad, no puedo, escuchar una historia remotamente parecida cuando mi boca, tras un supremo esfuerzo para superar mi exagerado pudor, se desangra en esas palabras que me destrozan las entrañas mientras pugnan por salir. En serio, no me puedo permitir en esos momentos escuchar lo que pasó en una situación que no tiene nada que ver con la mía porque, ni se parecen ni somos iguales; cada persona siente y padece de una manera determinada, los motivos son diferentes, las causas son diferentes y, por lo tanto, los efectos son diferentes, no hay posible comparación, la similitud es imposible.

Necesito un escuchador, alguien que no opine, que no critique, que no juzgue, que no diagnostique, que no haga reproches, que no teorice, que no me abronque, ni que se convierta en protagonista de un momento, mi momento, al que me cuesta horrores llegar… necesito alguien que se limite a escuchar. Que hable si es necesario, cuando yo desfallezco en el intento de romper la lápida bajo la que están enterradas mis palabras, ésas que describen lo que siento, como lo siento, como me siento… Que se convierta en mis oídos para que yo, a través de ellos y de mi voz, pueda tornar a la cordura.

 

"Gracias, mis niñas"

(141/66) Un día complicado.

Hoy es un día complicado, recuerdo de otro día más complicado aún. Aquél me sigue pareciendo irreal, una malvada ilusión de mi mente en un momento de enajenación mental. Pero sé que no es así, cada amanecer compruebo que no es así. Y me sorprendo porque he superado su muerte pero no su ausencia. He aceptado la forma, pero no lo sucedido. Aún no he podido llorarla, ni creo que lo haga nunca, tampoco he descubierto si es bueno o es malo no haberlo hecho… creo que no es lo importante.

Aún me sonrío con “sus cosas”, esos “detalles” tan suyos, esas manías o esas reacciones ante determinadas situaciones que solo podías esperar que se le ocurrieran a ella. Aún está tan viva en mí que, a veces, me sorprendo contestándole mentalmente porque sé perfectamente lo que me preguntaría y lo que me diría o escuchando un matiz determinado en el tono su voz al pronunciar mi nombre cuando hago alguna de vaqueros.

Hoy es un día complicado en las costumbres y en las carencias, en el corazón y en el alma y, aunque lo cotidiano me entretenga con su obligatoriedad, hay momentos realmente difíciles. Entender y asumir no siempre resulta fácil, no siempre me adapto a prescindir de alguien que, solo con su presencia, lograba llenar una parte importante de mi vida y, a pesar de que no lo hiciera conscientemente, ella lo conseguía.

Hoy es un día complicado pero, como todos los días, los complicados y los sencillos… caerá la hoja del calendario, pasando a formar parte de lo pasado. Aquel día ha dejado una nueva cicatriz en mí, marcando y curtiendo una vez más, la piel de mi alma.

140/66 Un paseo diferente.

Pasear era uno de los mayores placeres, pasear mientras su pensamiento volaba lejos a aquellos lugares donde su imaginación quería llevarle. Lo hacía siempre y había conseguido tanta práctica en no estar donde estaba su cuerpo que le resultaba muy sencillo. Comenzaba a andar, con o sin destino, y un resorte en su cerebro la transportaba a donde su deseo le pedía. Su mente generaba todo lo necesario para hacer muy real su ilusa “vivencia”, recreaba paisajes con todo lujo de detalles, a veces eran totalmente inventados pues no siempre conocía el sitio en el que le gustaría estar.

Aquel paseo no era como todos, pero su cabeza, en total comunión con sus pies, empezó a preguntarle que era lo que deseaba y, como siempre, comenzó un grato viaje. Surgían las imágenes, los olores, las sensaciones,… comenzó a extrañarse pues a su cabeza no acudían otras distintas de las que veían sus ojos, a sus oídos no llegaban otros sonidos que los reales, ni a su nariz otros olores…

Aquel paseo no era como todos, aquel paseo era distinto pues había comenzado de una manera distinta: Paseando al lado de la persona que amaba. No necesitaba nada más. No necesitaba encontrarse en otro sitio, ni necesitaba estar haciendo otra cosa.

Una sensación de bienestar empezó a apoderarse de sus sentidos: estaba exactamente donde y con quien quería estar. Sus ojos se encontraron y su corazón se llenó del amor y la ternura que solo ella era capaz de inspirarle.

139/66 Escuchar

Cierro los ojos y escucho mis recuerdos, los oigo acercarse lentamente, disfrutándolos, permitiendo que me inunden, que invadan cada milímetro de mi mente. Los recorro  con paso corto, parándome en los detalles, reinventando instantes, recreando momentos. Siempre me llevan al mismo sitio. En el fondo de mis párpados permanece la misma imagen: tú.

Con los ojos cerrados abro mis brazos y empiezo a cerrarlos despacio, muy despacio y, en un imaginado abrazo, los cierro alrededor de tu cuerpo apretándolo contra el mío. Mis manos se llenan de tu recuerdo sintiendo como real tu suave y cálida piel.

Hablar, percibir, adivinar, conocer… sentir, sobre todo sentir tu cercanía ha sido realmente mágico, especialmente grato, exquisitamente único. Me conociste en un momento de demencial soledad, de absorbente tristeza, de alienante conocimiento de mi misma. Un momento de intransigencia personal, de exigencia máxima, de miopía, casi ceguera, en cuanto a sentimientos y sensaciones, de absoluto vacío interior, de inquietud interna, de delirante desencanto. Apareciste en el instante en el que había decidido dejar de buscar porque la búsqueda, además de infructuosa, se había convertido en la dolorosa certidumbre de que nada merecía la pena. Te conocí en ese instante en el que la frontera se sitúa entre la resignación o la demoledora desidia y en el que la conclusión es que ya nada tiene demasiado sentido.   

Empieza un nuevo año. En estos días mi espíritu navideño anda un poco desaparecido, quizás las ausencias pesan cada día más… tu lejanía no ayuda nada a mejorar ese espíritu. No suelo pedirle nada al año nuevo, porque creo que las cosas hay que tomarlas como vienen y tratar de arreglarlas así como llegan pero este año, durante las campanadas, dejé volar mi recuerdo y mi esperanza hacia ti porque quiero que este año sea nuestro año o, por lo menos, sea el pilar donde se asiente un futuro que, espero, quieras compartir conmigo.

 

Últimamente no he tenido muchas ganas de andar en este mundo virtual, mi pensamiento está muy lejos, al otro lado de un mar al que amo con devoción aunque, de un tiempo a esta parte, miro un tanto recelosa pues me mantiene alejada de alguien a quien amo. Pero no por ello penséis que os olvido, en mi corazón todos tenéis una parcela reservada y con vuestro nombre. Y no puedo por menos que desearos un año repleto de todo aquello que consiga que seáis las personas más felices del mundo. Es una petición un poco egoísta porque, si lo conseguís, mi felicidad será más redonda.

FELIZ AÑO NUEVO

(138/66) De mayor quiero ser...

Me gustaría ser una hada, una de esas rechonchonas, llenas de tules azul cielo o rosa pastelito Pantera Rosa... y cara de bonachonas (aunque lo de los tules... como que no me veo, pero bueno, corramos un tupido velo, nunca mejor dicho) que con su varita mágica van haciendo felices a niños y mayores.

Podría ir dando varitazos mágicos a diestro y siniestro, por ejemplo, uno para repartir un poco de insatisfacción, y diréis, ¿insatisfacción? pero eso no es bueno, y yo os contestaría: "La insatisfacción es buena es su justa medida, ¿hay alguien más estúpido que una persona tan satisfecha de sí misma que consigue perderse lo hermoso de la vida, esa curiosidad del aprendizaje cotidiano, porque cree que lo sabe todo?".

También repartiría algo de envidia, pero de la sana, de ésa que nos hace darnos cuenta de que podemos mejorar cuando vemos lo que hacen los demás y que busquemos la superación personal.

Iría volando (no sé como iba a hacer... tengo vértigo, sólo de pensarlo me están entrado las siete cosas, me caigo seguro, aaaggg) tratando de cumplir los deseos de todo el mundo, aunque en el medio, repartiría un poco más de sentido común (que no sé porqué le llaman común, porque ¡mira que cuesta encontrar a alguien que lo tenga!).

Me lo he pensado mejor, no voy a ir volando, mejor voy a utilizar el don de aparecer de repente (aunque imagino la escena: con mi aspecto y vestida de tules apareciendo así, de súbito... me cargaré a alguien de la tremenda impresión, fijo) para conceder los deseos de todos añadiendo un punto de imaginación y otro pellizco de ilusión a aquéllos que no la tengan.
Que no... que "pasta" no repartiré... sino seguro que, cuando vaya volando, alguien sacará su escopeta de caza (una de esas que nadie tiene pero que "surgen de la nada") y se dedicará a estropearme los tules a perdigonazo limpio... y ya estoy mayor para ciertas impresiones.

Bueno, dejaré de soñar y me pondré a trabajar, que tampoco es mala idea, ahora, eso sí, de ser un hada sería un hada muy buena, aunque lo de los tules lo llevaría fatal y pondría de moda las hadas con ropa pret a porter o sport, según el momento del día, que hasta al mundo de la fantasía le hace falta una actualización en sus maneras de vestir.

Este es un pequeñito homenaje a mis hadas madrinas particulares (que no os reconcoma la envidia: Sí, tengo varias):

-Virginia y Arena . Dos personas realmente maravillosas y de las que me enorgullezco de llamar: "Amigas".

(136/66) Renacer en ti, Mi Alma.

A través de este medio he conocido, espero seguir conociendo, a personas realmente valiosas que se han ido incorporando a mi vida cotidiana, personas que, de otra forma, jamás sabrían de mi existencia y que consiguen convertir mi pequeño e íntimo mundo en un lugar cálido y acogedor.

He estado unos días ausente de esta parte de mi vida, de esta parte virtual; y cuando digo ausente, me refiero a una ausencia real, física. Han sido unos días muy especiales, muy esperados y muy intensos. Días de dedicación exclusiva en los que mis sentidos solo han tenido un objetivo, días en los que no existía nada más que un motivo: conocer, disfrutar y sentir a Mi Alma.

Encontrarnos, pasear, compartir café y conversación, risas y confidencias, miradas y caricias, disfrutar de paisajes y bellos atardeceres que, por su presencia, fueron infinitamente más bellos todavía… Enriquecedores momentos compartidos sin pausas voluntarias, sin prisas, permitiendo que las manos identificaran lo que las almas ya habían presentido, confirmando con los labios lo que los corazones se habían hablado en virtuales susurros.

Instantes de dudas e incertidumbres, de silencios mal entendidos, de inseguridades, de inquietudes, de expectativas que se escurrían entre nuestros dedos y que íbamos salvando a golpe de interés, de cariño, de ganas, de necesidades expuestas, de ofrendas de amor y de deseos compartidos ante un sol crepuscular, testigo de todas las emociones que iban surgiendo desde y entre nuestros corazones.

Amanecer a tu lado me ha dado un nuevo motivo, renovador e imprescindible, para respirar. Has inyectado en mis venas sangre fresca y vital, has conseguido que mi corazón, que ya latía cansado y por inercia, bombee con fuerza y alegría. Has plantado en mi mente, agotada y desencantada, ilusiones y sueños que ya pensé que nunca más florecerían. Me has hecho sentir llena de vida, Mi Vida.

No sé como será lo que me queda por vivir pero sé que quiero que sea a tu lado y compartir contigo, Mi Alma, cada segundo de aliento.

135/66 Urgencias.

Quizás como una penitencia, como un extraño modo de pagar algo que aún no sé lo que es ni porqué lo debo, quizás por mis íntimas carencias, por mis deseos o mis secretas aspiraciones, quizás porque la vida me enseña que no siempre conseguimos lo que deseamos, que no siempre disponemos de nuestra existencia, que no siempre somos importantes, que no somos imprescindibles, que soñar es gratis pero conseguir esos sueños no lo es... Quizás por todo esto siento como se me acumulan las urgencias. Demasiadas urgencias…Urgencia de ti, Alma, sobre todo de ti. También de ti, amiga mía. Y de ti, futurible e hipotética persona importante en mi vida... Urgencia de presencias ausentes, de ausencias muy presentes, de ausencias que serán presencias en un eterno corto espacio de tiempo y que llenan de ilusión un corazón más entristecido de lo que quisiera o esas otras que se convierten en imperiosas necesidades pero que mi resignación, natural aunque rebelde, me permite comprender que no serán cercanas en el tiempo. Urgencia de sentimientos y sensaciones, de nuevas situaciones, de posibilidades, de seguridades, de serenidad, de deseo, de pasión, de amor… Urgencia de cariño, de exigencia, de entrega. Urgencia de tu sonrisa, de tu palabra y de tu ser, Vida.

Urgencias que se vuelven cada vez más apremiantes e insidiosas y que, tras una profunda respiración, larga concentración y severo razonamiento, consigo adormecer y confundir entre los pliegues de mi espíritu. Pliegues cada vez más cargados de viejas urgencias, de nuevas esperanzas, de mucho dolor, de logros antiguos, de recién estrenados sueños, de esperas desesperantes. Urgencias que provocan arrugas en un alma, la mía que, de vez en cuando, siente el peso del paso inexorable y voluble del tiempo como una fría y pesada lápida sin nombre entre cientos de lápidas sin nombre. No quiero pensar demasiado en esas urgencias, cerraré los ojos y dejaré que la brisa me provoque, el sol me estimule, la luna me acompañe y que las olas mezan mi descanso, ese descanso que, en estos momentos, siento como urgente.

(132/66) Pasear contigo

Quisiera sentir tu piel y tu sonrisa enamorando mi mirada; que mi mundo, pequeño e íntimo, se te fuera haciendo indispensable y que mis palabras llegaran a tus oídos con la fuerza con las que mi corazón las pronuncia en sonoros susurros, como una sentida y profunda oración.

Te imagino paseando conmigo justo por el borde de La Luna Llena, viendo nuestras sombras reflejadas sobre La Tierra, este planeta que cada vez me es más ajeno pero en el que habitan personas que me son imprescindibles. Caminando juntas, sincronizados nuestros pasos, satisfechas de dicha, de amor, de compañía. Sentada a tus pies, notando tus dedos en mi pelo y tus tristezas, grandes o pequeñas, batiéndose en retirada.

Me imagino comulgando cada mañana con el pan de tus labios, saciando en ti mi hambre y mi sed. Sintiendo tu cabeza apoyada en mi hombro y tu respiración sosegada de confianza. Me imagino mi alma como un escudo que absorbiera todos los golpes que la vida te depare, que bajo su protección nada aconteciera, nada que la pena domine, nada que perturbe tu sonrisa.

 

(131/66) Cuando escribo...

Cuando escribo suelo permitir que la pluma se deslice sin fuerza ni premeditación. Dejo que vaya plasmando lo que va surgiendo de su pequeño corazón cilíndrico. A veces las palabras quedan enganchadas en la plumilla y, apuntando al papel, se queda quieta, en el aire, dudando de como seguir, hasta que vuelve a caminar con lentitud pero con firmeza por el renglón que ella misma va trazando, y en su trayectoria va depositando trocitos de sentimientos, extractos de modestas reflexiones, retazos de historias quizás contadas muchas veces pero vividas una sola, bosquejos de sueños y algún que otro final feliz. Pocas veces se detiene en su andar, ese caminar que discurre sobre la estrecha línea que separa la imaginación menos irreal y la realidad más desbordada.

Mi sangre se mezcla con su sangre sepia, consiguiendo que mis sentimientos y mis ideas se depositen en el paisaje de un folio, imponente y frío en su árida simplicidad; que se torna acogedor cuando, después de vaciar mi alma, su blanco semblante se destruye entre palabras deslizadas desde el corazón a través de la mágica tinta capaz de describir lo que no sabía ni que existía. Las historias y las descripciones son un reflejo de mis sensaciones, de mis pensamientos, de mis ilusiones o de mis inquietudes; y cuando las leo me sorprendo porque han salido de mi pluma, de esa pluma que tiene vida, sentimientos y sensaciones tan parecidas a las mías.

(127/66) Estela

A veces me sorprendo sonriendo mientras pienso. Sonrío acordándome de situaciones vividas sin pensar pero que han quedado grabadas en mi estela. Esa estela que me recuerda lo vivido y lo no vivido, lo que he querido y lo que he podido, lo que fue, lo que es y, también, en lo que no pudo ser. Y esa misma estela envía bellos reflejos sobre el mar que se extiende ante mí, en calma chicha a veces y otras, enfurecido y destructor, pero siempre inmenso.

Y sé que camino abriendo esa estela inconscientemente, por inercia de vida, una inercia inconsciente que no me impide disfrutar de la singladura, surcando ese mar al que adoro y respeto, dejando marcada con espuma mi trayectoria sobre su superficie. Y en el fondo de mi sonrisa paso de ser una barca a la deriva, tan pequeña como un cascarón de nuez, a convertirme en esa gota de agua que escala la cresta para poder avistar la orilla en el horizonte infinito, intentando adelantarse en esa búsqueda, eterna búsqueda, de la playa tranquila y sosegada en donde plantar mis pies para siempre y, abrazada a una vida que no es la mía, vivir mis restos. Pero sé que mientras esto no ocurra, como barca o gota, me dejaré envolver en la brisa y en la ola, en la luz del sol y la bruma marina, en el rayo de la tormenta y en la fina lluvia, en la delicada fuerza de la tranquila marea llegando agotada a las arenas de diversas playas. Recuperaré mis fuerzas recostándome en la tierra, dejándome poseer por su savia, tomando aliento para continuar grabando mi estela en el mar y esperando que se cruce con otras estelas llenas de gotas de agua, de reflejos, de sueños  y de esperanzas.