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Sensación De Vida

(114/66). Una gota más.

En el espigón del puerto, donde el mar rompe suicida confundiendo todo con su olor y su sabor a sal, donde las algas pierden su soledad convirtiéndose en bosque y donde la blanca espuma susurra repetitiva el canto embriagador y mortal de las sirenas, allí donde la luz del sol deslumbra mi mirada y el horizonte pierde su destino, allí dirijo mis pasos y ciñéndome al sendero que las rocas marcan bajo mis pies descalzos encaminándose hacia el abismo insondable; allí, justo allí, me pierdo en el mar infinito. Y en su color imposible presiento la fantasmal presencia de un barco hundido; la luz polariza su silueta bajo un azulado manto misterioso; el agua recrea un sonido profundo, grave, sereno... sedante a pesar del drama que narra, no hay estridencias y esa melodiosa sinfonía me inunda el alma.

Mi cuerpo se diluye en el líquido elemento que lo acoge haciéndole perder su consistencia; no siento mi respiración, me doy cuenta que mis pulmones permanecen inactivos y la sensación de libertad se agudiza. Me hundo despacio hasta el lecho de arena que alfombra el suelo. Soy líquida, sin forma, sin silueta que sujete mi liquidez. Absorbo la luz que me rodea adquiriendo sus mismas tonalidades. Soy gota y me confundo con el resto de gotas... La paz es absoluta aquí en el fondo.

La silueta majestuosa del barco se convierte en un imán para mi líquida mirada, me acerco saboreando el salitre y me interno en su casco acariciando sus contornos. Los corales y la corrosión se adueñan de sus entrañas, deformando las perfectas formas que se adivinan existentes en un pasado no demasiado lejano. Los peces disfrutan de un nuevo jardín de recreo nadando entre los camarotes y la maquinaria del barco, convertidos en guardianes fieles y celosos de aquella nueva conquista.

Mi mente, también líquida pero aún curiosa, trabaja sobre escenas cotidianas de faenas marineras: el arriar de velas, la limpieza de cubierta, el mantenimiento de máquinas, las órdenes del capitán... Personas elegantemente vestidas, sonidos de música de baile a la luz de una luna increíble por hermosa, casi irreal, con su cortejo fiel e infinito de estrellas... Diversión y trabajo, pasajeros y tripulación unidos sin mezcla en un espacio tan reducido, conviviendo día a día sin ser conscientes de ello... La tormenta... El naufragio... Confusión, gritos, llantos, furia, resignación, desesperanza... sobre una cubierta que se hunde irremisiblemente en la ansiosa boca de un torbellino gigantesco. Y después... la calma más absoluta. Algunas pertenencias de anónimo dueño flotando sobre las aguas tranquilas, aquella foto navegando inconsciente hacia alguna playa para convertirse en el tesoro secreto de los juegos de algún crío... que, mecida por agotadas olas tras las últimas horas, acaba siendo testigo y prueba de la encarnizada batalla. Olas que sirven de telón a la tragedia que se oculta ya silenciosa en el fondo de un mar cada vez más exigente. Y allí es donde mi líquido ser se enamora de ese coloso océano; único y poderoso me subyuga... soy una gota más, soy parte inseparable del inmenso elemento.

(113/66) Desnudez

Los que me acompañáis desde hace tiempo conocéis las motivaciones de este espacio en el que vierto mis sensaciones, mis percepciones, mis miedos, mis desconciertos, mis alegrías y mis logros, también mi imaginación ha creado alguna que otra entrada y algún que otro desvarío. Cuando empecé, ya va a hacer dos años, estaba tan segura de que nadie me leería que mi tranquilidad era totalmente absoluta; escribía para mí, nadie analizaría mis sentimientos, podía caminar desnuda porque nadie me observaba.

A medida que empezaron los comentarios surgieron dos características innatas en mí: la responsabilidad y el pudor. Había personas que estaban leyendo lo que sentía, lo que me hacía daño o lo que mi imaginación generaba; había personas que, accidentalmente, estaban participando de mi desnudez. Tuve suerte pues siempre ha sido desde el lado del respeto más exquisito y del cariño más cálido; nunca sabréis lo que eso me ha ayudado a crecer, a lograr que mi estima lograra un nivel aceptable y jamás os lo agradeceré lo suficiente.

Ha habido momentos en los que saber que estabais ahí me ha pesado, en los que mi pudor me impedía escribir sobre ciertos temas o reconocer y plasmar ciertos aspectos de mí misma, pero en los que, tras largas negociaciones e íntimas discusiones, he podido vencer esa vergüenza. Mi postura a la hora de escribir ha cambiado, sigo escribiendo para mí pues es una necesidad pero siendo consciente de que alguien va a leerlo, de que alguien puede sentirse defraudado, de que alguien puede verse reflejado en lo que escribo, en lo que siento y en como lo siento. Pero este cambio de postura ha sido solamente estético: He cuidado aún más si cabe, la forma, he tratado de mimar la palabra, he intentado conseguir la “belleza” exterior... pero el interior sigue siendo, para bien o para mal, un desnudo íntimo, privado, a veces doloroso, pero con el que he conseguido, poco a poco, poder mantener esos monólogos mirándome a los ojos y sin apartar mi mirada.

Vosotros habéis aportado muchas de las sensaciones que habéis leído aquí a lo largo de este tiempo, convirtiéndoos en co-protagonistas de mi pequeña vida. Gracias, mis niños. No sabéis realmente lo estupendos que sois y lo bien que me hacéis sentir en alguno de esos momentos de furia de los que he hablado en alguna ocasión.

(112/66) Cobardía.

Ayer fue un día extraño en el que las sensaciones me asaltaron contradictorias arroyando un estado de ánimo ya un tanto precario y desconcertado; hoy aún colean algunos de los efectos desbastadores de esa riada, provocada por una cobardía a la que no me doy acostumbrado aunque me acompañe desde siempre. Me siento incómoda cuando soy consciente de esa cobardía, cuando despierta, todo crece a mi alrededor adquiriendo dimensiones colosales que me apabullan y me superan. No soy valiente, nunca lo he sido y aunque lo he intentado y sigo en ello, no consigo adquirir esa valentía que tanto necesito. A veces pienso en el posible beneficio del olvido y aplicarlo en algunas de esas cosas que me conmueven y me destruyen, pero creo que hacerlo es cerrar los ojos a algo a lo que debo sostener la mirada a pesar de todo lo que arrastro al hacerlo. Sigue sin gustarme el reflejo que veo en ese espejo que me devuelve mi imagen, una imagen que, por defensa propia, pienso distorsionada pero que mi sinceridad me susurra que no me engañe, que ésa es la auténtica.

(111/66) Reflexión

Es triste el camino de la mentira. Por mucho que luche y trate de enfrentarse a su mayor enemiga siempre tiene el mismo final: la realidad más cruda, esa verdad que trata de eludir a toda costa, consiguiendo únicamente dejar a su paso devastación y miseria, pero nunca consigue su oscuro y extraño fin.

Y, aunque alcance el grado de maestría, ésta nunca es absoluta, pues siempre acaba resquebrajándola lo más simple, la cosa más pequeña y absurda: una brisa de sinceridad o una casualidad y su castillo de sombras, construido piedra a piedra, se derrumba inevitablemente.

Árbol estéril de bella y efímera flor que, cuando pierde sus pétalos, sus frutos son venenosos: las dudas. Amarga fruta que envenena el alma y mata el más bello de los sentimientos: la amistad.

Y qué decir del mentiroso. Solo, pensando siempre, sin poder relajarse, sin poder dar rienda suelta a sus sentimientos, siempre en guardia, sin descanso; y todo para no conseguir ese incomprensible premio pues siempre acaba castigado con el destierro inmediato y degradado de sus galones. Su vida en una continua mudanza y, errante, espera en los caminos para conseguir su alimento, su agua y su cobijo, pero para volver a destruirlos, para volver a perder todo aquello que trata de construir con una base falsa.

Somos humanos, todos mentimos, pues ¿qué es la ilusión o la fantasía sino grandes mentiras?, Aunque siempre podemos enmarcarlas en los sueños, en esos pequeños motores que nos ayudan a sonreír... eso jamás pasa con la mentira.

Puedo comprender, que no justificar, la mentira que se dice por salvar la vida, tanto la propia como la ajena, incluso la mentira interesada, la que se dice por conseguir dinero o un bien material; pero la mentira gratuita, insidiosa, sin sentido ni motivo aparente convierte la confianza en paja seca, corroe la autoestima, genera corazas cada vez más inescrutables, aísla corazones y destruye el cariño. ¿Es éste el fín del mentiroso?... no lo entiendo.

(110/66) Sueño de ausencia

En estos momentos en los que mi respiración es pausada, mis latidos tranquilos y por compañía tengo el lento tic-tac de un reloj rompiendo el noctámbulo silencio, mi única sensación exterior es tu ausencia que, como una suave brisa acariciando mi piel, hace que me estremezca de frío. Y en estos momentos cierro los ojos y pronuncio tu nombre y el eco, rebotando en las paredes de mi soledad, me devuelve tu imagen nítida, veo tu cálida sonrisa ilusionada jugueteando en tus labios y tus ojos chispeando felices, mirándome. Mi cabeza se llenas de nuestras palabras, de las que hemos utilizado en nuestras conversaciones y también de las que se han quedado atrapadas entre las ramas de nuestros silencios. En esos silencios que rellenamos de besos y caricias imaginadas, en esos silencios en los que nuestra respiración se acompasa al son de nuestras manos surcando nuestra piel y en los que te imagino cabalgando sobre un mar de olas embravecidas, rodeada de espuma y sabiendo a sal. Y tras la tormenta, tu ausencia te devuelve a mí, cansada, mecida por las olas, recostada en la playa, a la orilla de ese oleaje que te asilvestra y te doma, que te destruye y te construye en cada golpe de mar. E imagino nuestros cuerpos acostados, totalmente extendidos, boca arriba, con las manos enlazadas, agotados y felices, recobrando fuerzas para afrontar la próxima tempestad que se avecina. Y tu ausencia se difumina entre los rayos de sol evaporándose con las gotas de agua que hacen brillar tu piel... una sonrisa se dibuja en mi corazón y una palabra vuelve a surgir de mis labios: Vida.

(109/66) Manos de fuego

Me encantaba el movimiento de sus manos, eran como dos mariposas ágiles y livianas que expresaban la ternura en sus caricias y la auténtica pasión que sentía por las formas. Cuando hablaba, ellas reforzaban con cada movimiento la fuerza de cada palabra, de cada expresión, lloraban amargamente, brincaban de alegría o espantaban las moscas de la tristeza que rondaban por su cabeza.

Toda la fuerza del mundo estaba contenida en aquellas dos manos, bellas y sensuales. Con ellas podía infringir sin dudar el máximo castigo cuando la amenaza se hacía patente, pero su preferencia natural era el amor. Amaban todos los materiales, tocaban con fruición y respeto cualquier textura pero lo que más ansiaban tocar era la piel de un ser humano. Recorrían cada pulgada, cada centímetro, explorando cada pliegue, cada peca, cada lunar. Disfrutaban con idolatría de cada estremecimiento, expertas sabedoras del placer supremo que transmitían, imprimiendo una cadencia casi musical a su movimiento mórbido, lento y cálido, sobre aquella piel hambrienta de sensaciones. Se entregaban sin reservas a la explosión de la excitación, llenando de gemidos del placer más absoluto el aire, incendiando de deseo cada poro que rozaban. 

Pero esas manos de fuego fueron sorprendidas por una sensación que escapaba a su entendimiento, el cuerpo que manejaba aquellas expertas manos, experimentó por vez primera la misma sensación que transmitía. Las caricias de aquella piel agradecida le estaban enseñando el deseo y el placer que jamás había soñado. Por primera vez se dio cuenta que había otras manos iguales que las suyas, que había otras manos que, agradecidas y sedientas de amor, podían llegar a una entrega absoluta y sincera.

(108 /66)Tomando fuerzas.

Me levanto y comienzo a caminar despacio; me estiro dejando que mis músculos, rígidos por el hecho de haber mantenido la misma posición durante demasiado tiempo, se vayan desentumeciendo poco a poco. Mis ojos se van acostumbrando a la luz después de tenerlos fuertemente cerrados esperando a que el dolor pasase; me sorprende que mi cuerpo responda.

Hay algo que me impulsa a caminar más deprisa pero contengo esas ganas de acelerar mi paso, comprendo que debo controlar mi respiración y los latidos de mi corazón, necesito hacerlo para que todo vuelva a esa tranquilidad que tanto he añorado estos días.

Mis ojos empiezan a captar las imágenes que me rodean y los colores empiezan a tomar fuerza a medida que avanzo; me relaja eso de que los azules, los morados, los verdes, los amarillos... vayan impresionando mis pupilas. Mi respiración se vuelve sosegada, ya no me cuesta respirar, la opresión del pecho y de la garganta han desaparecido y mi paso se vuelve mas seguro. Respiro profundamente; olores olvidados impregnan mis sentidos, los percibo como si fueran nuevos y sorprendentes, como si nunca los hubiera disfrutado antes.

Mi mirada consigue captar los detalles del lugar en donde estoy y una sonrisa de alivio se dibuja en mi rostro. Un sentimiento de gratitud inunda mi corazón. Extiendo mi mano y ahí estás tú, Vida, y con el cálido contacto de tu piel me devuelves la sensibilidad de mi cuerpo, hundo mi cabeza en tu pelo y en él me pierdo, su olor me retorna a momentos mágicos y tus labios avivan el deseo que, ahora me doy cuenta, jamás me ha abandonado ni nunca lo hará. Y comprendo que quiero que estés conmigo y que me permitas estar al tuyo, que formes parte de mi vida aunque sea en la distancia.

(107/66) Lágrimas de lava

Las lágrimas se deslizan entre las turbulentas nieblas de tus ojos y no puedo evitar sentirme culpable de ese triste discurrir. Acaricio tu rostro sin pensar en el daño, beso tus labios sin pensar en el dolor y cierro mis ojos para no seguir viviendo ese silencioso y resignado llanto. No llores, mi vida, no llores. No merezco ni un pequeño suspiro, ni una mínima queja de ese corazón aquejado de soledad manifiesta.

Las lágrimas deben ser mi castigo, el dolor mi eterna penitencia y tu desprecio mi condena. No llores, mi alma, no llores. Nunca deberían figurar en tu rostro amado, nunca deberían asomar en esa mirada adorada.

Siento tus lágrimas como ascuas de fundida lava abrasándome las manos, como puñaladas de tristeza en mi alma desangrada; noto como van tatuándome la piel, percibo como las heridas provocan hemorragias de incomprendida amargura y se encostran en indelebles cicatrices en mi corazón. No llores, mi amor, no llores. No permitas que mi presencia convierta la húmeda niebla de tu mirada en doloroso e inútil reproche.

Beso tus ojos en vano intento de consuelo y encuentro el justificado rechazo de tus manos alejándome de ti. Torno mi atracción en distancia insalvable, alejándome, sé que para siempre, de la brisa de tus labios. No llores, mi amada, no llores. Jamás te pediré un perdón inmerecido y arrastraré para siempre las cadenas de tu cálido recuerdo.

(106/66) Sin sentidos

Hoy es uno de esos días en que me encerraría en una habitación sin eco, cerraría los ojos de mi alma y dejaría que mi cuerpo me abandonara sin duda y sin lucha. Uno de esos días en los que la tristeza pesa más que las falsas ilusiones con las que me engaño, que duele más que las falsas caricias y que tan amarga como la auto mentira más despiadada.

Hoy es uno de esos días en que no ser como me gustaría ser destruye lo que soy y que, sabiendo que solo yo puedo poner el remedio, no tengo ni ganas ni fuerzas para hacerlo. Uno de esos días en los que vivir me pesa y me vacía aun más de significado, adquiriendo un sin sentido abrasador y destructivo, donde mi alto contenido en agua se resiente y se evapora convirtiéndome en un amasijo de paja y sustancia seca. Donde mis actos y mis palabras se contradicen transformándome en un espantapájaros viejo y diabólico.

Hoy es uno de esos días en los que necesitaría que ese contenido en agua fuera del cien por cien y desaparecer filtrándome en los poros doloridos y convulsos de la Tierra.

(105/66) Así soy... así parezco ser...

(105/66) Así soy... así parezco ser...

Me considero:

Una persona formal, honesta, muy serena, adulta única y exclusivamente en las grandes ocasiones; un poco payaso, de risa espontánea y pícara; con una inteligencia bastante normalita y muy poco gastada. No voy a caer en el tópico de gran amiga de mis amigos pues eso es algo que deben decir ellos; no creo ser una persona demasiada complicada; me gusta la comunicación aunque yo me considero un tema tan poco interesante que obvio hablar de mí; un poco tiquis miquis con esto de las sensaciones pues necesito entenderlas y asumirlas. Sumamente cauta para unas cosas y conscientemente inconsciente para otras. Fácilmente dañable aunque no suelo culpar a nadie pues conozco y reconozco mi inseguridad manifiesta, esta misma inseguridad hace que sea bastante susceptible pero siempre acallo esta susceptibilidad razonando fríamente y hablándome mucho, un tanto “torero” a la hora de implicarme pues me lo pienso muy mucho antes de hacerlo pero, si lo hago, asumo todas las consecuencias de ese hecho; con un sentido del ridículo un tanto peculiar pues no soy nada exhibicionista (aunque... cualquiera lo diría escribiendo esta entrada y teniendo este blog) y, en cambio, puedo ponerme a hacer el idiota sin mostrar ningún remordimiento de conciencia. Poseo un saco inmenso, que no infinito, de paciencia. Fiel, aunque un poquito pendón. No me quiero demasiado aunque tampoco me odio, creo haber alcanzado el equilibrio en ese aspecto, aunque mis años he invertido en ello. Suelo dominar mi carácter sin demasiados problemas, a menos que me “busquen” demasiado. Me levanto siempre de buen humor, haya lo que haya dormido.

Me gusta:

Transmitir esa serenidad que a mí me sienta tan bien, por lo que no soy muy dada a grandes manifestaciones de ningún tipo. Vivir y dejar vivir. Ser consecuente en todos mis actos o por lo menos intentarlo con todas mis fuerzas. Ir con los ojos abiertos, fijarme en los detalles, y preguntar cuando desconozco algo o llama mi atención. Guarecerme en el silencio cuando algo me duele intensamente. Dar la mayor cantidad posible de oportunidades y razones antes de salir en mi propia defensa, después ya no hay retorno; las sonrisas y los guiños cómplices; escuchar; conversar, sea trascendentalmente o no, con amigos, conocidos o desconocidos. Desayunar antes del primer cigarrillo del día. La formalidad y el empeño en la palabra dada. Organizar y planificar el trabajo antes de empezarlo. Respaldar con mis actos mis palabras. Escribir, la lectura, el tabaco negro (soy fumadora compulsiva), mi bebida es la cerveza y mi plato favorito el pollo con uvas.

Me molesta:

La informalidad. La falta de respeto. Sentirme engañada. Llorar en público (puesta a ser sincera, incluso en privado me cuesta horrores, me molesta hasta emocionarme en el cine). Cortar el pan para servirlo en la mesa. Que me acosen para que haga algo que no debo o no quiero hacer. Perder los papeles en situaciones complicadas. Que presupongan lo que pienso.

(104/66) Hola, Vida.

¡Qué difícil se me hace hablar de ti, Vida!. No quisiera que pensaras que el motivo es algo extraño u oscuro... Sabes que me encanta llevarte a mi lado y, orgullosa, presumir de ti, sentirte, mirarte continuamente... Quizás me cueste porque te has filtrado por los poros de mi alma hasta lo más profundo de mi ser y la manera como ha ocurrido es lo que me desconcierta. O porque me generas tantas sensaciones que me resulta imposible asumirlas a la misma velocidad que las provocas. Dices conocerme más de lo que pienso y no lo dudo, entonces perdonarás mis silencios aunque puedan desconcertarte, mis miedos aunque no entiendas su motivo... Y mis miedos ahora no están centrados en ti, en lo que de verdad te inspiro, en lo que de verdad sientes por mí, porque te creo cuando me lo dices, cuando me lo susurras... están centrados en que lo que realmente quieras es que todo permanezca en este lado del mundo, que se quede en esta virtualidad en donde nos hemos conocido, en donde seguimos estando... temo quedar atrapada en ella.

Entendería si no me creyeras si te dijera que podría asumir lo contrario, porque ni yo misma lo sé, pero aún así quisiera saber... quisiera saber si estarías dispuesta a dar un paso más, si te gustaría conocer mi voz, conocerme en persona.

Quiero susurrarte al oído lo que siento, escuchar tu voz y tu sonrisa, disfrutar contigo... y necesito saber si compartes mi deseo: el de mirarnos a los ojos.

Si no es así, no podría reprochártelo, pues aquí, en la virtualidad, ha nacido nuestra relación y aquí empecé a amarte, aquí me has regalado momentos mágicos e inolvidables, aquí te tatuaste en mi piel y aquí aprendí a desearte como jamás he deseado a nadie nunca.

103/66 Mi Momento

Hay momentos que, como las sensaciones, son mágicos. Momentos en los que los sentidos se agudizan y el corazón deja oír su voz, mi alma respira profundamente y mi mente se convierte en hilo conductor de todo lo que ese momento me provoca. Uno de esos momentos, Mi Momento, es cuando me acuesto. Enciendo un cigarrillo, leo un rato más o menos largo, dependiendo del cansancio originado por el día, apago la luz y... ahí empieza Mi Momento.

Ahí mis inquietudes, mis dudas, y mis miedos me desnudan, me acarician, me poseen; ahí me enfrento a todo lo que soy, sola, sin armas ni escudos, ahí es donde me asumo, poco o mucho, eso siempre dependerá del estado de ánimo en que me encuentre, vivo lo que soy sin tapujos, sin falsos adornos exhibicionistas, sin sentir la obligación de enamorar, de convencer, de venderme, de mostrarme o de ocultarme; ahí es donde permito que mis heridas sangren y mis lágrimas, interiores y privadas, resbalen por mi alma; ahí es donde me susurro al oído todo lo que quisiera decir, en donde me reprocho los errores cometidos y los que cometeré; ahí disfruto plenamente de las alegrías, de las satisfacciones, de las ilusiones y es ahí cuando me doy ánimos para seguir...

De ese momento han surgido la mayoría de las entradas que he escrito desde la sinceridad más conscientemente subjetiva. Con esa subjetividad íntimamente deseada que me permite disfrutar de las sensaciones encontradas y vividas, de las reales y de las imaginadas, de las que me hacen feliz y las que me angustian y que me han permitido darle sentido, si es que lo tiene, a este blog.

(102/66) Desilusión

Quizás podría mostrarme más, mandar señales más claras y nítidas, hacerme notar más, mostrar lo que me hace daño o aquello que no me permite ser objetiva por mucho que lo intente; pero no lo hago, mi carácter, por mucho que vaya modelándolo, no siempre me lo permite. Quizás debiera ser mas asertiva pero no lo soy. Quizás debiera ser más asequible pero no lo soy. Quizás debiera ser más fuerte pero no lo soy. Quizás debiera ser más indiferente pero no lo soy. Quizás debiera...pero no...

A veces deposito mis ilusiones en algo o en alguien, ya sé que nadie me manda, nadie me obliga a ello, pero en mí es una necesidad. Reconozco que me duele el desengaño, la palabra sin palabra, el juego a una banda, la inconsecuencia... no culpo a nadie y asumo que la única culpable soy yo; soy adulta y debería ser más experta pero no lo soy; pero no lo soy con conocimiento de causa, no quiero serlo; me niego a que amargas experiencias pasadas destruyan hermosas posibilidades futuras.

Cuando alguien me falla no es consciente, quiero pensar que no lo es, de la ruptura que provoca en mí. Percibir que mi interés no es correspondido, que es irreal y basado en mi subjetividad me produce desasosiego, intranquilidad, incredulidad, desencanto. Algo se resquebraja en mi interior; la desconfianza y la duda se encargarán de abrir una grieta convirtiéndola en un abismo insalvable. El daño está hecho y no conozco el tratamiento para esa enfermedad llamada: Desilusión.

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Gracias Vida, por estar a este lado del abismo.

101/66. Desconcierto

Hay temporadas que mis sensaciones se relajan, llenándome de vacíos, de necesidades de encontrarlas, arrasando mis motivaciones, zambulléndome en mi silenciosa soledad para poder escucharlas... y eso me desconcierta. En otras ocasiones me desbordan, vienen de todos los flancos, parece que todas y cada una de las personas que me rodean ha decidido regalármelas a manos llenas, y eso me encanta pero, de nuevo, me desconcierta, ¡son tantas y tan diversas!. Quizás solo deba encontrar el equilibrio, ese equilibrio que me permita desenredarlas, asumirlas, entenderlas, disfrutándolas y, al mismo tiempo, poder seguir recibiendo más sin que me origine esta desazón que a veces siento. Una angustiosa sensación que me dice que estoy fallando, que no llego, que me estoy quedando corta... Transito entre la felicidad y la ilusión más absoluta y esa otra sensación de error, de que me estoy equivocando.

Vida: es increíble todo lo que originas en mí, lo que despiertas y generas en mi interior, lo que me das y lo que me permites dar... perdóname... soy incorregible.

(100/66) Distraída

Hacía días que no me sentaba a escribir. Quizás el motivo sea que ando distraída en un laberinto de fuertes emociones, con placenteros callejones que confunden mi destino, enredando mi tiempo con pura magia, entreteniéndome en momentos increíbles, recreándome en mil ilusiones. Sé a donde conducen esos callejones: los recorro expectante a la luz de una antorcha, sin prisa, intensamente, sin importarme el tiempo que me lleva, jugando a creer que tienen salida. Cierro mis ojos, mis manos recorren cada recoveco, los olores impregnan mi olfato y mi cerebro... su silencio inunda mis oídos y me dejo llevar por las sensaciones que me transmiten; quiero conocerlos a fondo, no me importa el tiempo gastado en hacerlo, los disfruto cada segundo aún sabiendo que no voy a salir por allí... también me doy cuenta de que necesito que pase algo que me convenza de que mis sombras no son reales. Recorro con dedicación y esmero cada centímetro de pared con la esperanza de encontrar el resorte oculto que abra una puerta secreta, una puerta que me haga sentir en el rostro una corriente de aire fresco, me conduzca a la salida y difumine las sombras creadas por la antorcha que conduce mis pasos. Me gusta permanecer en este laberinto... explorándolo, integrándome en su respiración, sus aromas, sus silenciosos sonidos... descubriendo sus secretos más íntimos y sumergiéndome en lo más profundo de sus entrañas... aunque me gustaría que las difusas sombras que ensombrecen mi caminar se vieran sorprendidas por la perfecta luz de la Luna Llena.

(99/66) Un grato fin de semana

A estas alturas y después de unas cuantas entradas, de bastantes sensaciones plasmadas en palabras, de algunas emociones rescatadas del laberinto de mi incomprensión, de asumir cada gesto, cada abrazo, cada risa y cada lamento... con un poco más de experiencia, un poco menos de inseguridad y con el mismo empeño en mantener mi sinceridad... no descubriría nada nuevo si dijera que sigo teniendo la misma necesidad de siempre de “ver” esas sensaciones escritas, las que me genera lo que me rodea y las inspiradas por las personas que configuran mi entorno, mi vida. Asimilarlas no es siempre tarea fácil, hay algunas (por intensas) de las que aún no me siento capaz de escribir, tal es la marea que provocan en mí.

Ayer el atardecer tuvo una tonalidad especial, no lo viví sobre mi mar, pero si sobre un mar de tierra y verde... tenía una luminosidad distinta pues lo disfruté sobre la silueta lineal de la llanura castellana. Y mientras mis ojos lo respiraban, mi mente reproducía y asimilaba lo recién vivido.

El sol, naranja intenso, me transmitía su calor a través del cristal del autocar, lentamente se zambullía en un horizonte infinito y mi mente se dejaba acompañar por aquel impresionante espectáculo, vagando por las sensaciones recién filtradas en mi alma.

La cálida sensación transmitida por el atardecer comulgando con el calor que ocupaba mi corazón, la tranquilidad del paisaje sereno con la calma que sentía en mi interior relajando mis sentidos.

 

En mi primera entrada, Reflexiones , escribí la siguiente frase:

“...la necesidad de ser sincera cuando me conecto, como una particular rebelión hacia todas las mentiras que sabes que te cuentan en la red, una íntima campaña de captación al respeto hacia mi misma y hacia los demás. Tengo la necesidad imperiosa de saber con seguridad que mi teclado y mi pantalla van a ser sinceros con tu teclado y con tu pantalla y que, en justa correspondencia, vas a hacer lo mismo; que, en el improbable caso de que tu rostro y tu voz se encuentren con mi rostro y mi voz, se transmitan lo mismo que nuestros teclados y pantallas y poder verte a los ojos teniendo la seguridad de que no voy a defraudarte porque tú ya sabes como soy.”

Ese “improbable caso” ha dejado de serlo, convirtiéndose en una grata realidad.

Gracias Gloria , Isabel y María por haber enriquecido mi particular mundo, por haberme regalado uno de esos momentos que me permiten disfrutar de la luz del sol en el rostro mientras puedo cerrar los ojos sin miedo.

(98/66) Un cuento de invierno

Hoy, en ejercicio voluntario y necesario, he paseado entre las tinieblas del tiempo, impregnadas del unísono tañido de campanas de bronce tocando a duelo, entre murmullos lejanos de voces que recordaban a los vivos la no existencia de los muertos, entre llantos quejumbrosos, pagados al efecto.

He recorrido despacio, respirando el aire, un cementerio en donde las tumbas, lechos anónimos de vivos eméritos, se han convertido en floreros vacuos de sensaciones vividas en historias pasadas. Mis ojos vagaron por aquellas flores, algunas frescas, otras marchitas de olvido, exhibidas en donde las preguntas surgen en curiosidad excéntrica y el vaho de mi respiración se condensa en las telarañas del recuerdo.

Y en un vano intento, he recreado una historia inventando datos, creando amores e imaginando besos para cada uno de los ausentes presentes; he regado las flores frescas y escondido las del olvido, ésas de las que ni se sabe con qué color nos han obsequiado en algún momento, en una presuntuosa y grotesca mueca de restituir el recuerdo.

He caminado por ordenadas sendas, arrastrando mis pies por intransitables caminos de barro y por otros de agradable hierba sembrada, entre cipreses centenarios y setos de suyas con formas fantásticas, entre flores del eterno recuerdo y negras cenizas de abandono, entre ilusiones rotas, vidas rocambolescas, intentos inútiles, amores fingidos y gritos de esperanza.

En aquel atardecer prematuro, provocado por una fina y persistente lluvia de febrero, anduve entre gárgolas dantescas, esculturas marmóreas adornadas de guirnaldas de angustia, figuras de ángeles caídos en perversos e impuros actos, de pétreas lenguas de fuego representando la cólera divina cayendo sobre las ánimas de un purgatorio repleto de pecado; todas talladas por maestras manos en el arte funerario.

El dolor, el terror, el castigo,... omnipresentes, protagonistas en un lugar donde la muerte tiene justificación divina... donde los inocentes no tienen razón de ser, donde la culpabilidad y la miseria se asocian en extraños contubernios.

Y en aquel ejercicio, voluntario y necesario, me detuve para orientarme en aquella caza a ciegas, impulsada solamente por los ojos de mi corazón, los únicos que conocían las misteriosas formas del objeto de mi búsqueda. Él era la única brújula que guiaba mis pasos entre las tinieblas dirigiéndome por aquel aquelarre de muerte. Pero aquella desolación no afectaba a mi alma que, como un perro de presa, permanecía serena, concentrada, atenta a cualquier variación, en un estado casi místico. Cerré mis ojos mientras las gotas de lluvia resbalaban por mi pelo, por mi cara, por mi ropa empapada... tensé mi cuerpo y aspiré profundamente, un intenso aroma golpeó mi cabeza y el ruido de unas palas penetrando en la tierra provocaron que todo mi cuerpo se convulsionara en un intenso escalofrío.

Allí, delante de mí, donde mi caminar se había detenido, dos hombres a la luz de dos candiles, cavaban una tumba, otra más, pero esta vez el muerto no sería anónimo, ni una presencia ausente. Esta vez su ocupante sería mi cuerpo que yacía silencioso en un ataúd de tapa transparente atravesada por una casi irreal y luminiscente rosa roja. No había nadie más que mi incorpórea presencia y aquellos dos ajenos hombres, pero mis ojos no podían apartarse de aquella rosa depositada allí por alguien que inventaría mi historia, añoraría mis manos, recordaría mis besos... mis lágrimas se confundieron con las gotas de lluvia que surcaban mi rostro, solo al llegar a mis labios me di cuenta, pues su ligero sabor a sal delataba su existencia. Mi búsqueda había concluido.

(97/66) Necesidades

Mis palabras me suenan gastadas y aunque me rompa en mil silencios, éstos siempre serán de paja, pues mi necesidad de explicarme lo que siento y porqué lo siento es más fuerte que mi urgencia de silencio. Tras una temporada un tanto apática y distante a nivel de lectura (bueno, realmente no solo en la lectura), vuelvo a tener la necesidad de leer, vuelvo a sentir el ansia de descubrir otro título que me enamore, un nuevo texto que me arrastre tras una estela de palabras, que me impulse entre nuevas percepciones, que me re-hidrate con ajenas sensaciones y que nutra mis emociones. Necesito encontrar esa lectura que, en comunión íntima y privada, consiga tonificar mi mente y regalarme el hermoso presente de narrarme una historia recién imaginada, pensada y recreada para mí.

Quizás solo sea eso, una nueva necesidad: la de renovar mi vestuario de significados, de sinónimos y antónimos, vestirme de descripciones originales y distintas de situaciones ya vividas, engalanarme de palabras encontradas para describir las nuevas e intensas sensaciones que calientan mi corazón en estos momentos.

Necesité perderme en ti para recuperarme, para devolver la esencia a mis sentidos... necesité encontrarte para perderme en lo más profundo de mi alma... o simplemente necesité ver tu dedo apoyado en tus labios acallando el ruido que provocaba mis pesadillas, para recuperar mis sueños... GRACIAS, VIDA.

(96/66) Te... Me... Contigo.

Te propongo:

Convertirte... en mi destino.

Dedicarte... cada suspiro.

Vivirte... en mis sueños.

Construirte... en mis brazos.

Modelarte... en mis manos.

Disfrutarte... en mis labios.

Aprenderte... en tus movimientos.

Saborearte... en tus sonrisas.

Adivinarte... en tus palabras.

Escucharte... en tus silencios.

Incrustarte... en MÍ...

Y quiero:

Tatuarme... en tu piel.

Disolverme... en tu esencia.

Complicarme... en tu pelo.

Esculpirme... en tu aliento.

Impresionarme... en tus ojos.

Recorrerme... en tus dedos.

Comprometerme... en tu talle.

Reinventarme... en tu ausencia.

Empaparme... en tu néctar.

Encontrarme... en tu soledad.

Confundirme... en TI...

Balsamizar cada dolor, cicatrizar cada herida,

descubrir cada estigma y que borres tus recuerdos... CONMIGO.

Recoger las lágrimas que la vida te provoque

y diluirme bajo las gotas de una fina e intensa lluvia... CONTIGO.

(95/66) Diálogos entre almas y III

Y mi alma:

Exige a mi boca, de nuevo, que retorne a su delirio verbal, ese desvarío dulce y excitante que la proximidad de tu alma provoca en mí y que consigue que toda mi cordura se diluya entre palabras. Y mi razón lúcida se pierde entre los sonoros ecos de más y más palabras, ecos infinitos que las alejan pero que las mudan eternas a nuestros oídos, convirtiendo el diálogo de nuestras almas en una melódica sinfonía de susurros electrizados... sublime coro de voces del alma sincronizadas y entrelazadas por el azar en esa noche en las que tejimos nuestro manto.

Y nuestras almas:

Confiadas, sorprendidas y plenas de agotamiento yacen tendidas envueltas en los ecos de nuestra imaginación desbordada. Las sonrisas sustituyen a las palabras, nuestros labios callan cómplices de un silencio repleto de ecos y nuestras miradas imaginadas las repiten, hechizándolas, convirtiéndolas en los minúsculos granos de un inexiste reloj de arena que marca inexacto nuestro tiempo, ése que convierte los minutos en horas... las horas en años... y que nos transmite la cálida sensación de que nuestras almas conversan así desde siempre... que esa noche, mágica, exhaustiva y voraz, se repite en cada encuentro, cada vez que conversan en silencio.